in girum imus nocte et consumimur igni

in girum imus nocte et consumimur igni

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Noche medieval

En la soledad y el silencio de los húmedos muros del viejo castillo medieval
la noche se torna corpórea y tangible, se diría que las tinieblas
toman las formas de los pasados fantasmas y vagan por los pasadizos tristes.

Desde el oscuro bosque de árboles añosos llegan los tristores de los gnomos huraños
y el viento llora a través de los troncos huecos con un ulular que espanta
sin duda la canción de los silfos augura desgracias.

En el acogedor salón adornado con nobles escudos y patéticos cuadros
lanza ígneos destellos las llamas que en la chimenea danzan
y las suicidas falenas con fuego juegan.

Un murciélago perdido toca con sus membranosas alas los vitrales del mohoso ventanal
y con sus ojos rojos interroga a las mudas estatuas que con vacías miradas
las sombras quieren penetrar.

Pasos silenciosos suben las escaleras y se dirigen a la alcoba cerrada.
Los halcones se quedan dormidos... los búhos cierran los ojos...
un grito ahogado por un beso impuro... una salvaje embestida... un sollozo.

La espada hirió carme virgen... de carmesí se tiñen las sábanas de lino.
En el bosque encantado un unicornio se desploma y cae muerto
y el crimen queda impune, oculto por la luna que cómplice sonríe con sarcasmo.

Un prolongado silencio amortaja al castillo y todo parece en calma.
El galope presuroso de un corcel de viento rompe la quietud nocturna,
un guerrero sube a la alcoba cerrada sin ni siquiera quitarse la armadura.

Una mujer de cabellos dorados yace en el lecho mancillado...
el guerrero la toma entre sus brazos y besa tiernamente sus labios
la mujer abre sus ojos tan húmedos y claros como el mar... una última mirada.

El guerrero llora y cobija el bello cadáver entre sus brazos
la Doncella de la Aurora se asoma por la ventana y al ver el triste cuadro
ordena a las aves mañaneras que callen sus trinos y se enjuga una lágrima de rocío.


Han pasado siete centurias…

Las ruinas del plúmbeo castillo medieval se divisan en lontananza
entre los nebulosos encajes del cielo nórdico del reino de las brumas
y el viento trae el eco del galope presuroso de un corcel muerto.

Un torreón ha quedado en pie como un coloso desafiando la noche helada
como un blasfemo que desafía el trono de Dios con su puño cerrado
recordando por los siglos el crimen que quedó impune.


Liliana Celeste Flores Vega - noviembre de 1995

No hay comentarios: